Según el relato del documento, la signora arrojaba objetos contundentes a la cabeza de su esposo y éste a su vez le propinaba, en devolución, unas palizas de órdago.
Ambos decidieron acordar ante notario vivir en lugares diferentes hasta “calmar los ánimos”
En aquella época el maltrato físico a la mujer era aceptado por las autoridades y considerado como usual, ya que, como se expone en el llamado Protocolo de Brescia, fechado en 1378, se podía aplicar un castigo a la mujer de forma honesta y justa siempre que fuera con el consentimiento jurídico.